PALABRAS DE ÁNGEL MARCEL EN LA APERTURA DEL
TERCER CONGRESO DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
LEER PARA ESCRIBIR. MAYO DE 2005
¿Para qué sirve la literatura?
Lo que sigue es parte
del diálogo entre un periodista de la televisión y el escritor portugués José
Saramago, durante una reunión de diputados del grupo de la Izquierda Unitaria
Europea, realizada en Lanzarote el 20 de abril de 1997.
– ¿Para qué sirve la
literatura? –le preguntó el reportero.
– Para nada –contestó
Saramago.
Desconcertado porque
aquella respuesta no venía de una persona cualquiera sino de uno de los
novelistas más notables de nuestro tiempo –dos años después recibiría en
Estocolmo el premio Nobel de literatura-, un hombre que, además, ha dedicado su
vida al ejercicio honesto y pulcro de las letras, el entrevistador no se dio
por vencido e insistió:
–Pero, ¿por qué para
nada? ¿No resulta extraño que un maestro como usted, el autor de El año de la
muerte de Ricardo Reis, Manual de pintura y caligrafía, Alzado del suelo, Casi
un objeto, Viaje a Portugal, Memorial del convento, La balsa de piedra,
Historia del cerco de Lisboa, El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la
ceguera y Todos los nombres, afirme que la literatura no sirve para nada?
–Para nada –confirmó
Saramago. Y agregó–: Tome usted las obras literarias más notables, las de
Occidente si quiere, que son las más cercanas a nosotros; tome las que mejor
hayan puesto el dedo en la llaga de la miseria humana, las que con mayor alarma
y agudeza hayan advertido acerca del peligro que representa para el mundo
nuestra especie; tome usted, por ejemplo, las tragedias de Sófocles, la Comedia de Dante, El
Quijote, los dramas y tragedias de Shakespeare, las novelas de Kafka, Tolstoi,
Dostoievski, Musil, Camus, Sartre, las que quiera, y estará de acuerdo conmigo
en que ninguna de esas obras –ni todas ellas en conjunto- han logrado cambiar
un ápice la historia de la barbarie humana.
–Muy bien, señor
Saramago –aceptó el periodista-. Demos por cierto lo que afirma. Entonces,
dígame ¿para qué escribe?
–Ese es otro cuento
–dijo Saramago-. Si bien es cierto que la literatura no ha servido para cambiar
el curso de nuestra historia, y en ese sentido no abrigo ninguna esperanza con
respecto a ella, a mí sí me ha servido para querer más a mis perros, para ser
mejor vecino, para cuidar las matas, para no arrojar basura a la calle, para
querer más a mi mujer y a mis amigos, para ser menos cruel y envidioso, para
comprender mejor esa cosa tan rara que somos los humanos.
Cuánta razón tiene
Saramago. Convengamos con él en que la literatura no sirve para cambiar el
mundo, pero sí para otras muchas cosas esenciales. A diferencia de otras disciplinas
también muy útiles (la geometría, la química, etc.), la literatura (como arte)
es consustancial
al ser humano. Las artes alimentan nuestro espíritu y forman
parte de nosotros mismos.
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